Las personas somos animales de costumbres.
Sin darme cuenta, o siendo consciente, la verdad es que me doy cuenta de que tengo muchas costumbres a las que me he acostumbrado y, lo más increíble es que no sé si me hacen bien.
Hace poco, desde que mí príncipe y yo decidimos dar el paso de vivir juntos y mantuvimos una serie de conversaciones, acepté cambiar una de mis costumbres más arraigadas; lo más ridículo de todo es que era una costumbre que sólo tenía en mi casa, en mi cuarto, en mi cama. Fuera de ahí, me adaptaba a la situación, al momento, a lo que fuera.
Esa costumbre era el lugar de la cama donde dormía; mi ¨lado¨ de la cama.
Nunca recuerdo haber tenido un lado u otro de la cama de manera establecida; cuando vivía en Consejo de Ciento dormí siempre en el lado derecho, por mi propia comodidad no por ideas sociales, la puerta quedaba en el izquierdo.
En la casa actual dormí desde el primer día en el lado izquierdo, cerca de la puerta, alejada de la ventana; daba igual quien durmiera conmigo, así era, así había sido y así seguiría siendo. Cuando se quedaba la Lolo, Blanca...mi hijo, todo aquel que me hacía compañía se acomodaba en el lado derecho.
No había caído en porque era, pero sí es cierto que cuando, a solas, durante mucho tiempo me quedaba pensando en mi pasado me decía que en algún momento me atrevería a dormir en el lado que no me pertocaba, por costumbre.
Y lo hice, sin discutir, sin plantearmelo demasiado, cuando, ya decidido que queríamos un proyecto de futuro común, vino a Barcelona un fin de semana y, por ideas sociales, se acomodó en el lado izquierdo, mi lado; a modo de broma le dije que ese era mi lado y repsondió que el lado que esta cerca de la puerta es donde debe dormir el hombre, para poder proteger a su pareja de cualquier intruso que entre. Acepté, sin más, le dejé seguir durmiendo en ese lado y yo, acurrucada entre sus brazos, también me dormí.
Soy consciente de que he ido rompiendo costumbres a lo largo de mi vida a modo de romper con el pasado en muchas ocasiones: me corté el pelo quitándome una melena que me encantaba, sólo para demostrarme a mi misma que estaba preparada para seguir adelante y olvidar. Cambié parte de la decoración del cuarto, más bien sumé artículos para sentir la atmósfera diferente y no enredarme en demasiados recuerdos cuando no había presente que los creara.
Me negué a relacionarme con el sexo opuesto creyendome fiel a una idea que me había creado, por costumbre, en mi cabeza.
Y más mucho más pero, mi lado de la cama era un acto de pura osadía...huviera sido de pura osadía, antes.
De el modo en que dejó de ser mi lado para pasar a ser el suyo, ha sido lo más grande que podía pasarme en cuanto a romper una costumbre; desde entonces duermo en mi nuevo lado y le reservo el suyo, encantada de que así sea.
2 motivos para comentar:
Hola, hola... entrego hasta el rosquete, pero mi lado de la cama, no se negocia!!. No tengo idea si está cerca o lejos de la puerta. Pero yo duermo del lado izquierdo, mirando la cama de frente. Simplemente porque duermo con el brazo caido fuera de la cama.
Igualmente, me pone contento que hayas cambiado una costumbre para dormir de a dos.
Me gustó el blog.
Fulano
Buenas Fulano!
No ví el comentario hasta hoy...soy un poco desastre.
El lado de la cama es algo muy serio, lo sé mejor que nadie sin embargo...no resultó ser de vida o muerte.
Tu brazo no podría caer si durmieras en el lado derecho?
Esa pose también es la mía jajaja: hacia abajo, cabeza apoyada en el brazo que esta estirado y sobresale del colchón...
Y sí, ha sido un cambio al que aún debo acostumbrarme (dormir de a dos) pero creo que no me costará en absiluto...
Gracias por pasarte!
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