Nuestra última noche en su casa de Madrid; días de despedida, con la gente de su trabajo, con sus amigos de la infancia, con su familia, de nuevo con los suyos: hermanos, padres, conmigo.
Tras unas cervezas el jueves por la tarde, cervezas que nos llevaron a brindar con ron a altas horas de la noche, sin cenar, sin parar de brindar y de desearle suerte, a una cena el viernes por la noche que se amenizó con más cerveza, unos chupitos de postre y unas copas para acabar la despedida con los de siempre, los que crecieron con él, en alguno que otro bar de su barrio; 4 de la madrugada, entre risas, alcohol y alguna sustancia más, decidimos despedirnos; llegando a casa con ganas de culminar la noche entregándonos el uno al otro, sin acabar lo empezado: demasiada mezcla en nuestros cuerpos pero, a pesar de eso, si nos pasamos rato largo, disfrutándonos.
Sábado, comida familiar, intercambio de cosas varias con los hermanos: yo me quedo tu tele, te llenamos la nevera!, un partido del mundial 4 en compañía y un ¨hasta mañana¨ acaban con un día más.
Domingo: entre cajas, ropa, bolsa, desorden, montones de fotos, portarretratos, descubrimientos varios entre miles de kilos de una vida que, una vez todo recogido, caben en 3 cajas grandes, 3 pequeñas y bolsas sueltas...una vida empaquetada, una vida de mudanza, una vida en la parte de atrás de una furgoneta alquilada que nos llevará a, lo que espero, sea nuestro hogar y el principio de un camino que pasamos a andar juntos, ahora más que nunca.
Una comida más: hermanos, cuñados, padres....tristeza, nervios, impotencia.
Seguir recogiendo....dejar que pasen las horas.
Una nueva mañana, últimos preparativos, últimos detalles, último adiós con esos que más le van a extrañar, esos que sufrirán su ausencia más que ninguno, esos que siempre le esperarán: sus padres; una comida con alguna lágrima derramada y más sonrisas nerviosas que sonrisas, a secas.
La última noche.
Vino, patatas, berberechos, embutidos....un pica fácil, nada engorroso para acompañar el partido de la selección y dejarnos ir, sin presión.
Segunda botella de vino, un ofrecimiento, una aceptación y unas preguntas indiscretas, acaban siendo el arma de la gran hija de puta que, a veces, soy capaz de ser. Acribillándole con argumentos que no se siente capaz de defender, porque no encuentra tener necesidad y porque considera que mi poder de oratoria le puede, acaban logrando que nuestra última noche se convierta en un río de lágrimas, por miedo a la desconfianza que le muestro en los últimos minutos bajo el techo que le ha dado cobijo durante estos últimos años.
Lágrimas de incomprensión, lágrimas de desespero, lágrimas de dolor; me matan; me mata verle destrozado, herido, llorando; no puedo; me hace sentir mala, me hace sentir mal, me mata; me mata hacerle daño, verle doler...le abrazo, le imploro perdón, le beso, le suplico olvidarlo, le juro creer en él; siguen las lágrimas y las frases de arrepentimiento, trasladándonos a la cama sin dejar de sonar nuestra canción más triste. Nuestra última noche y un recuerdo para el olvido.
Camino a Barcelona, en la furgoneta alquilada....dos veces nos hemos desvelado esta noche; él nervioso y melancólico, aunque no me lo diga; le he buscado, en ambas ocasiones y, aunque encontrado, sin culminar la faena; ni yo, ni él, estábamos para nada que no fuera querernos...desnudos, pero sólo querernos, sin perseguir ningún premio.
Me levanté mimosa, necesitándole más que nunca y ya es decir...el recuerdo de su dolor la noche antes y el saber, ser consciente del paso que está dando por nosotros, por mí, por él; dejar todo lo que era su vida hasta ayer, seguirme, apostar con todo por nuestro cuento de hadas...me levanté mimosa, sedienta de su amor, sedienta de él.
Camino Barcelona, dejamos atrás lágrimas, da igual de quien....son muchas lágrimas.
Tras unas cervezas el jueves por la tarde, cervezas que nos llevaron a brindar con ron a altas horas de la noche, sin cenar, sin parar de brindar y de desearle suerte, a una cena el viernes por la noche que se amenizó con más cerveza, unos chupitos de postre y unas copas para acabar la despedida con los de siempre, los que crecieron con él, en alguno que otro bar de su barrio; 4 de la madrugada, entre risas, alcohol y alguna sustancia más, decidimos despedirnos; llegando a casa con ganas de culminar la noche entregándonos el uno al otro, sin acabar lo empezado: demasiada mezcla en nuestros cuerpos pero, a pesar de eso, si nos pasamos rato largo, disfrutándonos.
Sábado, comida familiar, intercambio de cosas varias con los hermanos: yo me quedo tu tele, te llenamos la nevera!, un partido del mundial 4 en compañía y un ¨hasta mañana¨ acaban con un día más.
Domingo: entre cajas, ropa, bolsa, desorden, montones de fotos, portarretratos, descubrimientos varios entre miles de kilos de una vida que, una vez todo recogido, caben en 3 cajas grandes, 3 pequeñas y bolsas sueltas...una vida empaquetada, una vida de mudanza, una vida en la parte de atrás de una furgoneta alquilada que nos llevará a, lo que espero, sea nuestro hogar y el principio de un camino que pasamos a andar juntos, ahora más que nunca.
Una comida más: hermanos, cuñados, padres....tristeza, nervios, impotencia.
Seguir recogiendo....dejar que pasen las horas.
Una nueva mañana, últimos preparativos, últimos detalles, último adiós con esos que más le van a extrañar, esos que sufrirán su ausencia más que ninguno, esos que siempre le esperarán: sus padres; una comida con alguna lágrima derramada y más sonrisas nerviosas que sonrisas, a secas.
La última noche.
Vino, patatas, berberechos, embutidos....un pica fácil, nada engorroso para acompañar el partido de la selección y dejarnos ir, sin presión.
Segunda botella de vino, un ofrecimiento, una aceptación y unas preguntas indiscretas, acaban siendo el arma de la gran hija de puta que, a veces, soy capaz de ser. Acribillándole con argumentos que no se siente capaz de defender, porque no encuentra tener necesidad y porque considera que mi poder de oratoria le puede, acaban logrando que nuestra última noche se convierta en un río de lágrimas, por miedo a la desconfianza que le muestro en los últimos minutos bajo el techo que le ha dado cobijo durante estos últimos años.
Lágrimas de incomprensión, lágrimas de desespero, lágrimas de dolor; me matan; me mata verle destrozado, herido, llorando; no puedo; me hace sentir mala, me hace sentir mal, me mata; me mata hacerle daño, verle doler...le abrazo, le imploro perdón, le beso, le suplico olvidarlo, le juro creer en él; siguen las lágrimas y las frases de arrepentimiento, trasladándonos a la cama sin dejar de sonar nuestra canción más triste. Nuestra última noche y un recuerdo para el olvido.
Camino a Barcelona, en la furgoneta alquilada....dos veces nos hemos desvelado esta noche; él nervioso y melancólico, aunque no me lo diga; le he buscado, en ambas ocasiones y, aunque encontrado, sin culminar la faena; ni yo, ni él, estábamos para nada que no fuera querernos...desnudos, pero sólo querernos, sin perseguir ningún premio.
Me levanté mimosa, necesitándole más que nunca y ya es decir...el recuerdo de su dolor la noche antes y el saber, ser consciente del paso que está dando por nosotros, por mí, por él; dejar todo lo que era su vida hasta ayer, seguirme, apostar con todo por nuestro cuento de hadas...me levanté mimosa, sedienta de su amor, sedienta de él.
Camino Barcelona, dejamos atrás lágrimas, da igual de quien....son muchas lágrimas.
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