Vengo siendo algo deprimente, se me acentúa cuando me ha de bajar la regla, es así, mal que nos pese a las mujeres, en estos días estamos más sensibles, más quisquillosas, más irritables.
Una de mis pasiones es escuchar música lenta y tratar de encontrar aquellas letras con las que me identifico, nunca las busco, es como que llegan a mi.
Eso ha sucedido con algunas de las últimas canciones presentadas por grupos poperos de moda; la de Melocos, por ejemplo, "Somos", tiene frases que seguro a un montón de personas les hará pensar que algo tiene que ver con ellas pero en mi caso, parece que se hayan parado a pensar en parte de mi historia:
"Somos el resultado de todo lo que hemos vivido; somos el resultado de todo lo que cada noche he soñado contigo": esta frase forma parte del estribillo, nos llega a todos, a algunos les debe llenar una sensación de plenitud y felicidad y a otros, como es en mi caso, lo que hace es recordarme que quizás por una mala elección de mi corazón, vivo atrapada en un pasado que no tiene proyección de futuro, aunque siga muy presente.
"Somos aquel avión que salió un día de Barajas": esta es dura; el recuerdo que me trae es uno de los más mortíferos que pueda recordar. Tras un reencuentro deseado y soñado y que duro mucho y fue precioso, tuve que despedirme, una vez más, de él pero en esta ocasión era para siempre, ya habíamos hablado, ya habíamos revivido, ya habíamos decidido que su vida estaba al otro lado del charco y la mía aquí. Ambos estábamos en Madrid y teníamos un vuelo cada uno destino a su casa y su nueva vida y salíamos con una margen mínimo de diferencia. Yo en la terminal 1 creo recordar y el en la 4, llamándonos, dándonos el último adiós, diciéndonos nuestros últimos TE QUIERO, mientras entrábamos cada uno por nuestro pasillo para tomar asiento. Creí que no aguantaría el dolor, ni sabía hasta entonces cuantas lágrimas puedo llegar a llorar en un corto espacio de tiempo. Ese día, esa situación de película como la mayoría que he vivido a su lado, pero esa concretamente, me mata cada vez que la recuerdo.
"Somos Palma viendo anochecer desde tu coche viejo": nuestro primer viaje fue a Palma de Mallorca y casi lo dejamos ahí. La discusión que mantuvimos nos hizo tratar de adelantar nuestros pasajes y al no poder, decidir no acabar juntos nuestros días en la isla; saliendo cada uno por su lado esa misma primera noche a cenar. Yo me había ido antes a caminar. Me senté en una terraza en la rambla principal, ahora no recuerdo el nombre, estaba plagado. A medida que se fue vaciando pude ver que en otra mesa estaba él y me miraba. No fue inmediato, ambos éramos y somos muy orgullosos pero acabó acercándose y llorando y abrazándome me repetía que no quería perderme y que me quería; mi respuesta fue desplomarme en su brazos. En esa terraza hicimos una promesa, era el 25 de septiembre de 2003 y prometimos que siguieramos o no como pareja, quedábamos en el mismo bar, a la misma hora y el mismo día en cuantro años. La cumplimos. Nos reencontramos. Sin ser pareja.
"Somos como un disco rallado": yo no me canso de recordar cada detalle que viví junto a él, no me canso de decir que para mi es él y nadie más aunque lleve 3 años sola; sola pero con él, ya que nuestros encuentros se van sucediendo, esos encuentros hacen que no logré rehacer mi vida, ni el la suya.
Pero aunque yo no me canse comprendo que no se comprenda esta historia, comprendo que mi gente me pida que pase página, comprendo que no me resulte fácil hablar ya más con nadie de mi estado porque hace tanto que lo arrastro y, habiendo hecho de todo para superarlo, no lo he logrado, que me da vergüenza explicar a nadie que a mis 32 años no soy capaz de vivir sin Rober a mi lado.
"La parada de taxi al salir, me esperas apoyada": entre idas y venidas no sé cuantas veces me he visto esperándole volver aparecer; aeropuertos, hoteles, la portería de nuestra casa, la de la suya en su lugar...buf, y los taxis que nos han llevado y traido.
"Somos cada semáforo en rojo con beso incluido": una actitud común en las parejas, cuando están enfadados, cuando se inicia esa relación; yo tengo una foto de él en cada coche que alquilábamos en nuestros viajes, en nuestros coches, en nuestros distintos viajes...
"Somos un: No te vayas amor, quedate conmigo": jamás he sabido lo que era la dignidad estando a su lado aunque, también cabe destacar que en el amor hay que saber diferenciar o al menos valorar, donde esta el límite de esa dignidad. Tantas, tantas veces le pedí que se quedara... Alguna vez me lo pidió él. No nos hicimos demasiado caso entonces, puede que por eso estemos pagando las consecuencias.
"Somos un Kamikace llorando en su última cena": ese día, el día de la despedida en el aeropuerto de Barajas, recuerdo que cuando nos despertamos ambos nos comportamos de manera normal pero el ambiente sostenia los sentimientos de los dos. Yo luchaba por no llorar, creí que eso era digno. Desayunamos, probablemente hicimos el amor, no lo recuerdo no era lo más importante; sé a ciencia cierta que dormí abrazada como nunca a él, no nos gustaba dormir pegados, si abrazarnos antes pero no durante el sueño pero esa noche, no nos despegamos. Y tras desayunar, ese desayuno que parecía nuestra última cena, volvimos a estirarnos abrazados, en silencio. No tardo mucho en levantarse para ducharse y yo recoger cosas. Y llegó el momento. Le tenía delante de mí y mi orgullo, que yo lo confundí con dignidad, no me dejó derramar ni una sola lágrima delante de él. El abrazo en el que nos fundimos fue el más sincero, el más traidor, el más querido, el más odiado, el más contradictorio pero más sentido que recuerdo en mi vida. No podía soltarle, mi corazón luchaba pero, de nuevo mi orgullo apareció, como si nada, él me miro a los ojos y me dijo: "Te quiero"; y pude ver que asomaban en los suyos agua salada. Se dió media vuelta y desapareció.
No íbamos juntos al aeropuerto, él iba con un amigo y yo con mi compañero de trabajo.
Cuando llegué a mi terminal y recibí un llamado suyo la desesperación se apoderó de mi y aquél orgullo que parecía tan férreo, no dió ni señales de vida. Me derrumbé, le rogué, le imploré, no podría soportarlo le decía... Sigo sin soportarlo.
Una de mis pasiones es escuchar música lenta y tratar de encontrar aquellas letras con las que me identifico, nunca las busco, es como que llegan a mi.
Eso ha sucedido con algunas de las últimas canciones presentadas por grupos poperos de moda; la de Melocos, por ejemplo, "Somos", tiene frases que seguro a un montón de personas les hará pensar que algo tiene que ver con ellas pero en mi caso, parece que se hayan parado a pensar en parte de mi historia:
"Somos el resultado de todo lo que hemos vivido; somos el resultado de todo lo que cada noche he soñado contigo": esta frase forma parte del estribillo, nos llega a todos, a algunos les debe llenar una sensación de plenitud y felicidad y a otros, como es en mi caso, lo que hace es recordarme que quizás por una mala elección de mi corazón, vivo atrapada en un pasado que no tiene proyección de futuro, aunque siga muy presente.
"Somos aquel avión que salió un día de Barajas": esta es dura; el recuerdo que me trae es uno de los más mortíferos que pueda recordar. Tras un reencuentro deseado y soñado y que duro mucho y fue precioso, tuve que despedirme, una vez más, de él pero en esta ocasión era para siempre, ya habíamos hablado, ya habíamos revivido, ya habíamos decidido que su vida estaba al otro lado del charco y la mía aquí. Ambos estábamos en Madrid y teníamos un vuelo cada uno destino a su casa y su nueva vida y salíamos con una margen mínimo de diferencia. Yo en la terminal 1 creo recordar y el en la 4, llamándonos, dándonos el último adiós, diciéndonos nuestros últimos TE QUIERO, mientras entrábamos cada uno por nuestro pasillo para tomar asiento. Creí que no aguantaría el dolor, ni sabía hasta entonces cuantas lágrimas puedo llegar a llorar en un corto espacio de tiempo. Ese día, esa situación de película como la mayoría que he vivido a su lado, pero esa concretamente, me mata cada vez que la recuerdo.
"Somos Palma viendo anochecer desde tu coche viejo": nuestro primer viaje fue a Palma de Mallorca y casi lo dejamos ahí. La discusión que mantuvimos nos hizo tratar de adelantar nuestros pasajes y al no poder, decidir no acabar juntos nuestros días en la isla; saliendo cada uno por su lado esa misma primera noche a cenar. Yo me había ido antes a caminar. Me senté en una terraza en la rambla principal, ahora no recuerdo el nombre, estaba plagado. A medida que se fue vaciando pude ver que en otra mesa estaba él y me miraba. No fue inmediato, ambos éramos y somos muy orgullosos pero acabó acercándose y llorando y abrazándome me repetía que no quería perderme y que me quería; mi respuesta fue desplomarme en su brazos. En esa terraza hicimos una promesa, era el 25 de septiembre de 2003 y prometimos que siguieramos o no como pareja, quedábamos en el mismo bar, a la misma hora y el mismo día en cuantro años. La cumplimos. Nos reencontramos. Sin ser pareja.
"Somos como un disco rallado": yo no me canso de recordar cada detalle que viví junto a él, no me canso de decir que para mi es él y nadie más aunque lleve 3 años sola; sola pero con él, ya que nuestros encuentros se van sucediendo, esos encuentros hacen que no logré rehacer mi vida, ni el la suya.
Pero aunque yo no me canse comprendo que no se comprenda esta historia, comprendo que mi gente me pida que pase página, comprendo que no me resulte fácil hablar ya más con nadie de mi estado porque hace tanto que lo arrastro y, habiendo hecho de todo para superarlo, no lo he logrado, que me da vergüenza explicar a nadie que a mis 32 años no soy capaz de vivir sin Rober a mi lado.
"La parada de taxi al salir, me esperas apoyada": entre idas y venidas no sé cuantas veces me he visto esperándole volver aparecer; aeropuertos, hoteles, la portería de nuestra casa, la de la suya en su lugar...buf, y los taxis que nos han llevado y traido.
"Somos cada semáforo en rojo con beso incluido": una actitud común en las parejas, cuando están enfadados, cuando se inicia esa relación; yo tengo una foto de él en cada coche que alquilábamos en nuestros viajes, en nuestros coches, en nuestros distintos viajes...
"Somos un: No te vayas amor, quedate conmigo": jamás he sabido lo que era la dignidad estando a su lado aunque, también cabe destacar que en el amor hay que saber diferenciar o al menos valorar, donde esta el límite de esa dignidad. Tantas, tantas veces le pedí que se quedara... Alguna vez me lo pidió él. No nos hicimos demasiado caso entonces, puede que por eso estemos pagando las consecuencias.
"Somos un Kamikace llorando en su última cena": ese día, el día de la despedida en el aeropuerto de Barajas, recuerdo que cuando nos despertamos ambos nos comportamos de manera normal pero el ambiente sostenia los sentimientos de los dos. Yo luchaba por no llorar, creí que eso era digno. Desayunamos, probablemente hicimos el amor, no lo recuerdo no era lo más importante; sé a ciencia cierta que dormí abrazada como nunca a él, no nos gustaba dormir pegados, si abrazarnos antes pero no durante el sueño pero esa noche, no nos despegamos. Y tras desayunar, ese desayuno que parecía nuestra última cena, volvimos a estirarnos abrazados, en silencio. No tardo mucho en levantarse para ducharse y yo recoger cosas. Y llegó el momento. Le tenía delante de mí y mi orgullo, que yo lo confundí con dignidad, no me dejó derramar ni una sola lágrima delante de él. El abrazo en el que nos fundimos fue el más sincero, el más traidor, el más querido, el más odiado, el más contradictorio pero más sentido que recuerdo en mi vida. No podía soltarle, mi corazón luchaba pero, de nuevo mi orgullo apareció, como si nada, él me miro a los ojos y me dijo: "Te quiero"; y pude ver que asomaban en los suyos agua salada. Se dió media vuelta y desapareció.
No íbamos juntos al aeropuerto, él iba con un amigo y yo con mi compañero de trabajo.
Cuando llegué a mi terminal y recibí un llamado suyo la desesperación se apoderó de mi y aquél orgullo que parecía tan férreo, no dió ni señales de vida. Me derrumbé, le rogué, le imploré, no podría soportarlo le decía... Sigo sin soportarlo.
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