¨Princesa¨

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El significado  real de la palabra ¨princesa¨: miembro de una aristocracia gobernante o nobleza. Normalmente es un título asociado a la realeza, siendo usado por hijos del rey.

Estereotipo, cliché,  de ¨princesa¨: lindas muchachas, de piel blanca, melena larga y sedosa, normalmente rubia; humilde, bondadosa y que siempre es rescatada por un príncipe (azul?!), tan hermoso como ella.

De pequeñas nos queman tanto la cabeza con los cuentos de hadas que, lamentablemente, acabamos creyéndonos que nuestro príncipe aparecerá algún día a lomos de un caballo blanco para montarnos con él y desaparecer para ser felices por siempre más.
Desde hace ya mucho tiempo, yo dejé de creer en los príncipes, las princesas y los cuentos de hadas en general.

Pero....las cosas pasan, así, sin más, cuando menos te lo esperas, de la manera que menos te imaginas; lo sé, estas frases también son un ¨cliché¨.

Situemonos: sábado media tarde, yo en casa como siempre conectada, cotilleando una nueva red social en la que me había dado de alta por curiosidad, ya que, como su nombre indica: ¨beautifulpeople¨, sólo admiten a ciertos interesados, se supone también, en función a su belleza (ejem) y porque quería escribir en mi otro blog un post sobre redes sociales ¨diferentes¨ que se encuentran por la red.
Habiéndonos situado ya, seguimos: de repente no sé si en un grupo al que me uní, en su muro, si eramos ya amigos o no, de serlo quien invitó a quien...el hecho es que ví una invitación general de un tipo que decía más o menos así:


Sr.: ¨Alguna princesa para ir a tomar algo esta noche?¨; y ni corta ni perezosa respondí...por el juego, porque la invitación, de haber estado en Madrid, porque no, total no tenía nada más que hacer...y lo que vino después....

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Unos mensajes, en principio sin mayor trascendencia, que nos llevaron a conversar por el messenger (este bendito invento). Las pocas conversaciones que llegaron a sucederse tampoco hacían presagiar nada más allá de una nueva relación de ¨colegueo¨, sin mayor importancia. Una de esas charlas casuales se transformó en una ¨falsa pelea¨por saber, para ver quien de los dos, se suponía era más ¨tirado palante¨ (atrevido), para tomar un transporte y presentarse en la ciudad del otro. 
Yo le advertí que era muy atrevida y que, concretamente, esta clase de locuras se me daban bastante bien.

No me planteé en ningún momento porqué le seguía el juego, simplemente se dio y jugué; no me planteé en ningún momento a que se debía este recién adquirido interés por conocernos personalmente, simplemente, dejé que siguiera su curso; no me planteé en ningún momento, que pretendía que sucediera a raíz del primer encuentro, ni siquiera llegué a plantearme nada sobre el primer encuentro, simplemente compré un billete de ida y vuelta para ese mismo domingo-lunes y le avisé de mi hora de llegada, diciéndole que viniera a buscarme con una camiseta roja.

El domingo me desperté como cualquier otro día, me conecté y pasaron muy pocos minutos que él también se conectó, dando lugar a un intercambio breve de frases que me hicieron entender que estaba a punto de mentir a mis allegados, incluso a mi hijo, para coger un avión que me llevaría a conocer a un total desconocido que ni siquiera sabía porqué pretendía que dejara de serlo, desconocido, se entiende. Los nervios aparecieron y mi estómago se hizo el mensajero de mis sensaciones. 
Lo más insólito del tema es que se lo dije a él tan tranquilamente, haciendo caso omiso al hecho de que a penas sabía quien era, como era, ni lo que pudiera devenir de mi confesión.
El resto del día pasó y los nervios pasaron de igual modo. 
Cuando llegó el momento de embarcar con algo de retraso, escuché su voz por primera vez, ya que le envíe un sms para notificarle la terminal del aeropuerto y prefirió, a día de hoy no sé porqué, hablarlo de viva voz.

Qué me produjo escuchar su voz? nada. Cuando sonó el móvil y miré para ver quien era por un segundo se dibujó en mi cara una sonrisa que pudiera ser un reflejo de nervios simpáticos por la situación en general; mientras hablábamos, tan sólo 2 minutos, trataba de pensar que estaba sintiendo pero sólo pude más que escucharle; y al colgar, ahí sí, analicé sus palabras y lo único que saqué en claro fue: que era madrileño de pura cepa, por su tono chulesco; me hizo gracias, volví a sonreír.
El viajé que fue con retraso ni se me hizo largo, ni se me hizo corto, dormí.
La llegada, sólo con mi bolso que guardaba una bolsa con ropa interior para el día siguiente con mis utensilios básicos de limpieza para una noche y un pantalón de pijama más la camiseta, era todo lo que me acompañaba; venía para cenar, pernoctar y volver por donde había venido a primerísima hora.

Miré el teléfono y tenía varias llamadas perdidas, una de ellas del Sr. Camiseta roja, debido a que mi avión se retrasó, imagino y un mensaje en el que decía:

Sr.: ¨Estoy tal cual sales a la derecha.¨

Y ahí marchaba yo, a paso ligero, saliendo giré a la derecha y por un momento no sé si no quería verle o realmente no alcancé a verle, pero esos minutos debo reconocer se me hicieron eternos, no quería que él me viera antes mirando como yo le buscaba entre la gente, esa imagen me daba vergüenza, a saber, menuda jilipollez. 
Le vi; apoyado en una columna, media melena castaño clara,  pelo revuelto, ondulado, con jeans, una pierna doblada hacia atrás en la pared, la chaqueta entre las manos que se entrecruzaban delante de su cuerpo y con camiseta roja, cumplió.

Nuestras caras mostraron una sonrisa cuando nos identificamos y los dos besos de obligada conveniencia fueron el inicio a un derroche de palabras lanzadas sin orden ni preocupación.
Camino al coche alguna pregunta de obligada rutina como quien sabía lo que estaba sucediendo de cada una de nuestras partes, mencionar el cumplimiento de la vestimenta...todo muy fluido, muy natural, aunque resulte extraño hasta recordarlo y más escribirlo.
Doy por supuesto que, como yo, él estuvo estudiándome los primeros minutos, las primeras horas. Mientras tomábamos cerveza en un local donde pantallas de tele iluminaban más que las propias luces y resumían los deportes de la jornada, cenábamos compartiendo un segundo y un primero, seguíamos bebiendo y no dejábamos de hablar.
La técnica de las pantallitas hubiera ido de lujo de habernos quedado mudos pero no fue así, no callamos a penas ni para comer, como quien dice; mientras uno hincaba el diente, el otro aprovechaba a relatar alguna historia corta, hacer una pregunta con una introducción, etc. 
A eso de las 12 de la noche, con el local medio recogido y habiendo quitado la calefacción nos dimos cuenta de que era momento de recoger y salir hacia su casa.

Hasta ahí, la cosa iba realmente bien, sorprendentemente bien; pero yo seguía sin plantearme y, consecuentemente saber, que estaba haciendo en Madrid con una persona que había conocido a penas hacía dos semanas por una red social, con la que había mantenido escasas conversaciones por el chat, simplemente, me estaba dejando llevar y estaba resultando fácil, cómodo, familiar.

Ya en su casa, nos sirvió dos copas de ron y lió un porro de maría que, previamente, le insté para hacerlo cuando me enseñó su castillo y en la terracita pude ver y me explicó que tenía estas plantitas para uso propio y porque son hermosas (ejem).
En un momento creí sentir, ver, percatarme, de que podía estar acercándose, que podía estar pensando en besarme, puede que incluso me diera cuenta de que su posición en el sofá había cambiado, se había acercado a mi y le notará algo más tenso pero, con la combinación que llevaba, no fui capaz de plantearme si lo que estaba pensando era cierto y no me pregunté si yo podía seguirle de ser cierto o si quería que fuera cierto.
Decidimos trasladarnos a su despachito para ver una película de terror on line por el ordenador y dispusimos una manta en el suelo, con cojines a doquier; nos estiramos y a penas habrían pasado, que sé yo, 10, 15, 20 minutos?, sólo sé que el siguiente recuerdo que tengo es estar besándole.

Y seguir besándole hasta el martes por la mañana, a primerísima hora, justo en el momento que nos separamos para retomar nuestras vidas que, a priori, ya no son las mismas.

Bastó un beso, como dice la canción, para que entendiera que no quería plantearme más nada, sólo quería que siguiera besándome, quería sentir su lengua, húmeda, suave, familiar. Sus labios, perfectamente trazados, eran como volver a casa, me pareció haberle besado en otra vida, ayer; me resultaron un escondite perfecto, un rincón para perderse, donde quería estar.
Separar mi boca de la suya era un suplicio, a pesar de que lo intenté, no una, varias veces; intenté separarme y no dejar que fuera a más, pero fallé catastróficamente. No puedo decir que me arrepienta.

Esos besos que comenzaron al minuto, sabe quien cual, de una película que pasará a la historia por haber sido testigo de, fueron el preludio de horas de sexo consumado, más besos, una escapada del mundo al que pertenecemos y, sin querer planteármelo, el inicio de una situación que, desde hace mucho, desde hace demasiado, se me escapaba.

Esa noche, después de besarnos y conocernos íntimamente, dormimos, a penas dos, tres horas, abrazados, mi espalda contra su pecho, creo recordar, desnudos.
Mi avión se fue sin mi y su taller trabajó sin él.

Ese día, el lunes, nos dedicamos a pasar las horas; me mostró Alcalá de Henares, relatando algunas de las arquitecturas que nos encontrábamos, calles, plazas; que tuvieron más curiosidad esos lugares por saber quienes eran, esa pareja que se besaba sin importar quien hubiera, a plena luz del sol, sin moverse durante largos, largos minutos, en un rincón de su historia.

El orden de los acontecimientos no lo tengo claro, volvimos a su casa, volvimos a intimar, una, dos veces, tres, daba igual, lo importante era seguir besándole. Fuimos a comer alejados de todo, aún más si cabe. 
Durante todo momento me comportaba como si ¨lo nuestro¨ viniera de antes, fuera a después, pocos fueron los momentos de lucidez que me dejaban entrever que en nada, o mucho, debería volver a mi casa y entonces, qué?!.

Caminábamos entrelazados, en el coche nuestras manos se unían; no era importante donde, nuestras miradas se buscaban y nuestros ojos no rehusaban a los otros. 
Era fácil, era cómodo, era familiar.

Hasta que, como debía ser, salió el tema, por mi parte, creyéndome vencedora de no sé que batalla.
Vuelvo a no tener el orden de las frases, preguntas y respuestas claras, es un sinfín de todo o nada lo que me embarga cuando pienso en lo sucedido, cuando pienso en él. Pero en algún momento le pregunté:

Yo: ¨Y ahora qué¨.
Sr.: ¨Debes pensártelo muy bien¨
Yo: ¨Cómo que debo pensármelo muy bien?, yo debo pensármelo?, no entiendo¨
Sr.: ¨Yo no tenía planeado todo esto¨
Yo: ¨Y se supone que yo sí!, que es todo esto?¨
Sr.: ¨Que me gustaras como me gustas, que es más de lo que debería ser y menos, siendo tú¨.
Yo: ¨Cómo siendo yo? porqué menos siendo yo?; es por el niño?; la edad?...¨
Sr.: ¨Deberías pensarlo bien, yo no tengo nada que perder. Tú vives en Barcelona, yo en Madrid, vienes de una clase social más elevada que la mía, yo no puedo amueblar mi habitación hasta que no cobre lo de hacienda!, tu vas y vienes de aquí para allá, Nueva York, Ibiza. No sé, creo que deberías pensártelo bien.¨

Para mis adentros, no daba crédito de lo que estaba escuchando; ¨mi príncipe, si tu supieras las prendas que han compartido mi vida!; habla quien tiene un trabajo fijo, un techo propio en el que cobijarse, resulta ser más responsable que yo y no digamos racional.¨

Yo: ¨La clase social es una estupidez, sobre todo porque yo no tengo nada, es de mis padres, eso para comenzar...yo quiero volver a verte¨

No fue en respuesta a este comentario, aunque acabo admitiendo que él también quería volver a verme.

Volviendo de lugar donde comimos dirección al aeropuerto, era consciente de que no quería que acabara, no en ese momento, no así. Me acompañó al mostrador, me dieron la tarjeta de embarque y salimos a fumar un cigarro para hacer tiempo...no volví a entrar a la terminal hasta el día después.

La segunda noche; nos acomodamos en el sofá y se las ingenió para conectar el ordenador con la tele y poner una película de la que habíamos comentado a alguna hora del día o la noche anterior; la película comenzó y acabó, 72 minutos!, siendo una testigo más de nuestras intimidades, no duramos frente al televisor más de 10 minutos...más de diez minutos prestándole atención, los restantes 62, nos prestamos atención el uno al otro.

Dormí, no en sus brazos, sí a su lado, y dormí, cosa rara.
Nos levantamos, nos vestimos, me acompañó al aeropuerto. Le dejé atrás, mientras yo iba camino de mi rutina y él, se encaminaba hacia la suya. No me giré, no sé si él me miro marchar. Sólo caminé deseando no perder este avión (ya llevaba 3), más por el hecho de  no tener la excusa perfecta para alargar mi estancia un día más ,que por el hecho de querer salir corriendo.
Lo perdí, también era natural llegando a 30 minutos de la salida del vuelo...Vinieron un par de sms:

Yo: ¨Te mato!!! 30 mins en puente aéreo jaja. Les di pena...salgo 8:50..by the moment..los mejores billetes de avión echados a perder..por el momento.¨
Sr.: ¨Joder...a ver si te ha gustado Madrid y no te quieres ir. Si ves que no te dejan volar yo salgo a las 5. Bss Princesa¨.
Yo: ¨Parecería que no quisieras que me dejarán volar, creí que hacías horas extras a diario.
...Al cabo de un rato
Yo: ¨Aterricé...siempre puedo volver. Me ha gustado Torrejón y el monumento que esconde. Besos mi príncipe
Sr.: "¨Y suelo hacerlas pero claro como todo, es cuestión de prioridades. Sabes que las puertas de mi castillo están abiertas princesa. Un besazo.¨

Será este un cuento de hadas? seré yo la princesa? será él mi príncipe?...
Segunda parte, mañana...



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